Seres de luz de inmaculado espíritu, a los que Dios les encargó el cometido de salvaguardarnos, son sus representantes más divinos, los guardianes de la humanidad, capaces de suprimir toda negrura y opacidad de nuestro ser.
Su poder llegará a lo más profundo de tu cuerpo cambiando radicalmente el concepto de la propia existencia, dando el rumbo correcto a nuestras acciones y sentimientos, olvidándonos de vagar sin un rumbo claro sobre las difuminadas nubes de la vida.
Son nuestros guías, para que no extraviemos el alma a un lugar colmado de tinieblas.
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